Acropora palmata Lamarck, 1816
Coral cacho de alce, elkhorn coral.
Es el coral de mayor tamaño de todas las especies del género Acropora. Alcanza cuatro metros de envergadura, dos metros de
altura y un diámetro en su base de 40 cm (Gladfelter, W. B. 1982, Veron 2000, Aronson y Precht 2001, Precht et al. 2002). La
base de la colonia se encuentra firmemente anclada al sustrato. Sus ramas tienen forma aplanada y en algunos casos pueden
ser redondeadas.
Se distribuye en islas oceánicas en la mayor parte de los arrecifes del Caribe, desde el sur de Florida y el norte de Bahamas
hasta el Caribe Sur en Colombia, Trinidad y Tobago y Venezuela (Precht et al. 2002). Igualmente se encuentra desde el norte
de Veracruz, en México, hasta Barbados, no así en Bermudas ni al norte del golfo de México.
Fue una especie abundante y conspicua hasta mediados de los años ochenta, cuando resultó afectada por un evento epizoótico de enfermedad de banda blanca, huracanes,
incremento de la depredación y blanqueamiento (Gladfelter 1982, Aronson y Precht 2001). Formaba entramados densos, monoespecíficos y con alta heterogeneidad
espacial a profundidades someras e intermedias (Precht et al. 2002). Desde la referida mortandad hasta la fecha, numerosas áreas de arrecifes del Caribe han sufrido
pérdidas de más del 95% de su cobertura (Precht et al. 2002). Hoy en día su distribución y abundancia están poco documentadas (Diaz-Soltero 1999, Oliver 2005, Granado
et al. 2012). El estado de sus poblaciones en los arrecifes venezolanos es poco conocido. Estimaciones de densidad promedio varían entre cero individuos por metro
cuadrado en el parque nacional Morrocoy, hasta 0,11 individuos/m2 en el parque nacional Archipiélago de Los Roques (A. L. Zubillaga obs. pers., Zubillaga et al. 2005).
Su importancia como especie constructora del arrecife es evidente en muchas localidades, donde aún se pueden observar estructuras de carbonato de calcio constituidas
por colonias muertas que han permanecido en pie (por ejemplo, en Morrocoy). En la mayoría de estos lugares no se han observado signos de recuperación significativos (A.
L. Zubillaga obs. pers.). No obstante, en algunos puntos del archipiélago de Los Roques se presenta una densidad de individuos relativamente representativa en el contexto
regional y una alta proporción (> 55%) de individuos con tallas medianas y pequeñas (aún inmaduros). Esto sugiere que algunos arrecifes muestran áreas de recuperación
(Granado et al. 2012). Aunque el estado actual de las poblaciones en el Caribe no es muy claro, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza considera al
coral cacho de alce En Peligro Crítico desde 2008 (IUCN 2014), situación de amenaza que ratifica recientemente la legislación estadounidense (USFWS 2014). En Colombia
se le clasifica como En Peligro (Reyes et al. 2002b).
La especie se encuentra amenazada por la enfermedad de banda blanca, el incremento de la depredación debido al molusco gasterópodo Coralliophila abbreviata, la pérdida
de la calidad del agua, el sobrecrecimiento por macroalgas y daños por anclas y botes. Es de hacer notar que la enfermedad de banda blanca fue la principal causa de
mortalidad en los años ochenta y continúa afectando a la Acropora palmata, aunque con una baja incidencia (< 2%) (A. L. Zubillaga obs. pers.).
La especie se encuentra incluida en el Apéndice II de la Convención sobre el comercio internacional de especies amenazadas de fauna y flora silvestres y en el Anexo III del
Protocolo relativo a las áreas y flora y fauna silvestres especialmente protegidas en la región del Gran Caribe (SPAW 1991, Cites 2014). En Venezuela no se ha adoptado
ninguna medida de conservación en particular.
El coral cacho de alce se puede encontrar en algunos parques nacionales como Morrocoy y el Archipiélago Los Roques, aunque sus densidades han disminuido
significativamente en las últimas dos décadas. Se propone el trasplante, estabilización y crecimiento de fragmentos de la especie (facilitación de la reproducción asexual),
así como el cultivo de larvas. Es necesaria la identificación de zonas de recuperación y la implementación de planes de manejo para dichas áreas, junto con estudios de
conectividad entre poblaciones de diferentes superficies del Caribe, a fin de determinar si su recuperación es factible a partir del aporte de larvas de áreas menos afectadas.